 El envejecimiento es un proceso
        deletéreo, progresivo, intrínseco y universal que
        acontece en todo ser vivo con el tiempo, como expresión
        de la interacción entre el programa genético del
        individuo y su medio ambiente. Es difícil precisar el
        momento en el que un ser vivo comienza el proceso de
        envejecer. En sentido figurado el envejecimiento comenzaría
        con el nacimiento (algún fatalista llegó a decir que la
        vida es una enfermedad que comienza al nacer y se cura al
        morir).
El envejecimiento es un proceso
        deletéreo, progresivo, intrínseco y universal que
        acontece en todo ser vivo con el tiempo, como expresión
        de la interacción entre el programa genético del
        individuo y su medio ambiente. Es difícil precisar el
        momento en el que un ser vivo comienza el proceso de
        envejecer. En sentido figurado el envejecimiento comenzaría
        con el nacimiento (algún fatalista llegó a decir que la
        vida es una enfermedad que comienza al nacer y se cura al
        morir).
Bajo el concepto de "edad
        cronológica" se dice que el proceso de envejecer
        comienza entre los 60 y 65 años, aunque en muchos
        individuos se instauran déficits funcionales claros
        antes de esa edad. Sin embargo, en muchas ocasiones, el
        declinar vital no se acompaña de un decremento
        objetivable en las funciones cerebrales, que permanecen
        intactas hasta la muerte. Por ello es lícito pensar que
        los diferentes sistemas del organismo no envejecen a la
        misma velocidad, y que no podemos hablar de
        envejecimiento cerebral desde un punto de vista meramente
        cronológico. Es probable que un cerebro viejo sea
        consecuencia del deterioro de otros sistemas como el
        cardiovascular o endocrino, más que del propio proceso
        de envejecimiento cerebral.
A lo largo de la vida, el cerebro
        sufre una serie de modificaciones estructurales, tanto
        micro como macroscópicas y bioquímicas, entre las que
        se encuentran: descenso del peso del cerebro, disminución
        del volumen cerebral con aumento del tamaño de los
        surcos y disminución de las circunvoluciones cerebrales,
        atrofia y muerte neuronal, acúmulo de lipofuscina,
        degeneración granulovacuolar y neurofibrilar, formación
        de placas neuríticas y deterioro de circuitos mediados
        por determinados neurotransmisores. A pesar de estos
        inequívocos cambios, un cerebro histológica y bioquímicamente
        viejo puede ser un cerebro funcionalmente joven.
        Entendiendo por envejecimiento un declinar del ser vivo,
        desde la perspectiva funcional, un cerebro sano no
        envejecería nunca.
Numerosas teorías han sido
        propuestas para explicar los mecanismos biológicos del
        envejecimiento, pero todas ellas presentan dificultades
        inherentes a la parcialidad de los fenómenos que
        proponen. Por el contrario, la mayoría no se excluyen
        mutuamente y, hasta el presente, no hay evidencia de un
        único mecanismo responsable de la senectud. Por otro
        lado, el envejecimiento tiene posiblemente múltiples
        causas interactivas, que son probablemente diferentes en
        células de órganos "postmitóticos" (como las
        neuronas y las células musculares esqueléticas y cardíacas)
        en comparación con aquellos con tejidos renovables (como
        la médula ósea, piel y mucosa gastrointestinal). Por
        ejemplo, el daño debido a radicales libres pudiera ser más
        adverso en un órgano arregenerativo, como el sistema
        nervioso, que en otro con una alta tasa de recambio
        celular, como la médula ósea.
Sin embargo, no podemos considerar
        al sistema nervioso como un tejido estático que va
        perdiendo células con el paso de los años. Es obvio que
        el cerebro sufre un deterioro histoquímico con la edad,
        pero un cerebro añoso, es decir, de menos peso, con más
        surcos y menos circunvoluciones, con menos neuronas y más
        lipofuscina, si no hay ninguna enfermedad intercurrente,
        debe ser un cerebro funcionalmente sano. Este hecho, a
        priori paradójico, es debido a una facultad del sistema
        nervioso, conocida como plasticidad neuronal, que
        consiste en la posibilidad para generar nuevas dendritas
        y sinapsis por las neuronas remanentes, manteniendo así
        la eficiencia de circuitos neurales degenerados, e
        incluso haciendo posible la suplencia de disfunciones por
        lesiones concretas por otras áreas cerebrales remotas.
        Esta virtud del cerebro, que en etapas precoces de la
        vida puede tener consecuencias espectaculares (v.g.
        recuperación completa del lenguaje en un niño con una
        lesión afasiógena), se mantiene, aunque en menor grado,
        hasta el final.
De las diferentes teorías sobre
        envejecimiento, aquellas más plausibles son las basadas
        en el envejecimiento celular, y ello es así por diversas
        razones: las células que crecen en cultivos envejecen
        universalmente; tras una serie finita de mitosis dejan de
        replicarse, aunque posteriormente realizan la mayoría de
        sus funciones metabólicas y permanecen vivas un año o más
        tiempo; el número de replicaciones previas a la senectud
        es directamente proporcional al máximo de supervivencia
        de la especie; el número de mitosis es inversamente
        proporcional a la edad del donante; las células de
        pacientes con síndromes de envejecimiento prematuro (v.g.
        síndrome de Werner y progeria) presentan baja
        supervivencia in vitro.
Aunque los mecanismos responsables
        pueden permanecer ocultos, datos importantes sobre
        envejecimiento han surgido de los estudios de
        envejecimiento celular. Por ejemplo, la dificultad de las
        células viejas para replicarse en presencia de factores
        de crecimiento se asocia con un fallo de la inducción
        del gen c-fos y con un bloqueo en la fase G1
        tardía del ciclo celular. Tal bloqueo puede ser evitado
        mediante la fusión de las células seniles con líneas
        celulares inmortales. Además, el bloqueo está asociado
        a la secreción de estatina (una proteína de 57 kDa) y
        la expresión de una, todavía sin caracterizar, proteína
        localizada en la superficie externa de la membrana plasmática.
        Cuando esta proteína se añade a las células jóvenes,
        se bloquea la síntesis de ADN y la replicación en la
        fase G1 tardía del ciclo celular.
Otro factor implicado en
        envejecimiento celular es el producto del gen del
        retinoblastoma, un inhibidor de la proliferación
        celular, que únicamente se inactiva por fosforilación.
        El déficit de inducción de quinasas puede ser un hecho
        generalizado en las células viejas, llevando a
        alteraciones de la fosforilación tales que la célula
        sea incapaz de desactivar proteínas celulares que
        inhiben la proliferación celular. No hay evidencia de
        que genes importantes que codifican péptidos específicos
        se inactiven o deleccionen durante el envejecimiento. Más
        bien, secuencias de ADN no-codificadoras, las cuales
        pueden ser importantes para la división celular o
        regulación de procesos de transcripción, podrían estar
        afectas. Hay alguna evidencia de la influencia del
        envejecimiento en la transcripción del RNA.
Numerosos mecanismos que han sido
        implicados en el proceso de envejecimiento no han sido
        confirmados, como son la teoría del error primario de
        Orgel (supone que el proceso de envejecimiento es
        consecuencia de una alteración del código genético por
        acúmulo de mutaciones en el ADN, con repercusión a
        nivel del ARNm y de la síntesis de proteínas), la teoría
        del mensaje redundante de Medvedev (basada en el "gasto"
        con la edad de genes repetidos) o la teoría de restricción
        codónica de Strehler (según la cual el envejecimiento
        sería consecuencia de un proceso activo programado genéticamente).
        Otros mecanismos, como el daño celular mediado por
        radicales libres, las alteraciones en la metilación de
        ADN y el agotamiento telomérico, son objeto de una
        intensa investigación.
La principal consecuencia de los
        fenómenos de atrofia neuronal y, en último término,
        muerte neuronal, son las alteraciones de los
        neurotransmisores, los circuitos neurales implicados y
        las funciones cerebrales controladas por ellos. El
        conocimiento sobre este importante capítulo de la
        neurofisiología y neuropatología está, sin embargo, en
        sus comienzos, parte debido a la complejidad del sistema
        nervioso, y parte a la dificultad e insuficiencia del
        estudio con seres humanos (bancos de cerebros, estudios
        funcionales con PET y SPECT) y la necesidad de extrapolar
        e inferir desde modelos animales que no suelen ser idóneos.
        
Los sistemas neurotransmisores más
        afectados durante el envejecimiento son los colinérgicos
        de proyección cortical, noradrenérgicos de proyección
        cortical y principalmente el dopaminérgico nigroestriado.
        La función no se deteriora mientras los procesos de
        plasticidad cerebral (dendritificación de las neuronas
        intactas...) son eficientes. Es a partir de cierto
        momento, en el que la "compliance" de los
        mecanismos compensadores disminuye o desaparece, cuando
        se establecen déficits bioquímicos y funcionales.
 
 En la medida en que los avances en el cuidado de la 
salud y en la medicina preventiva han provocado un aumento de la 
duración de la vida, se ha ido haciendo evidente que no siempre el 
envejecimiento es sano, sobre todo en lo que se refiere a la función 
cerebral. La alteración de dicho proceso en ese órgano afecta 
obstensiblemente la calidad de vida de la persona. Este fenómeno se 
relaciona directamente con una pérdida de la capacidad cognitiva siendo 
la memoria, entonces, uno de los parámetros más útiles de estudiar para 
entender el proceso de envejecimiento cerebral normal.
En la medida en que los avances en el cuidado de la 
salud y en la medicina preventiva han provocado un aumento de la 
duración de la vida, se ha ido haciendo evidente que no siempre el 
envejecimiento es sano, sobre todo en lo que se refiere a la función 
cerebral. La alteración de dicho proceso en ese órgano afecta 
obstensiblemente la calidad de vida de la persona. Este fenómeno se 
relaciona directamente con una pérdida de la capacidad cognitiva siendo 
la memoria, entonces, uno de los parámetros más útiles de estudiar para 
entender el proceso de envejecimiento cerebral normal.
Al examinar los circuitos neuronales del hipocampo en monos viejos, con técnicas que permiten un enfoque ultraestructural, se han encontrado cambios en la densidad de subtipo de receptores a glutamato. Los sujetos más viejos muestran una reducción del número de receptores a NMDA, específicamente en la capa molecular del hipocampo.
El proceso de muerte neuronal, aparentemente 
compartida entre diferentes regiones cerebrales, ha sido el fenómeno 
conceptualmente más asociado al envejecimiento neuronal y a la pérdida 
de la capacidad cognitiva. Ello se fundamentó principalmente en los 
resultados de estudios de conteo de neuronas en diversas regiones 
cerebrales, de los cuales ha derivado el concepto de que alcanzar una 
edad sobre los 90 años involucraría una pérdida de alrededor del 50% de 
las neuronas.
Sin embargo, al ir mejorando las técnicas de conteo celular se empezó a dar más importancia al estudio de la densidad neuronal
 en diversas regiones cerebrales. Esto implica conocer el número de 
neuronas en un volumen dado, fijo, del tejido de una región cerebral. 
Pero en la actualidad también se ha dado importancia a los estudios 
estereométricos que permiten medir el número total de neuronas en una 
región cerebral determinada.
Una de las regiones más estudiadas con los nuevos
 métodos, en relación con las capacidades cognitivas, ha sido el 
hipocampo. Curiosamente se ha encontrado que el número total de neuronas
 principales de esta estructura (células granulares del gyrus dentado y 
células piramidales de las regiones CA1, CA2, y CA3)
 no cambian en el hipocampo de las especies más estudiadas (hombre, rata
 y mono), incluso en aquellos individuos, que además del envejecimiento,
 muestran un claro déficit de memoria y de aprendizaje. Lo mismo se ha 
encontrado en regiones corticales que no parecen mostrar cambios, 
relacionados con la edad, del número de sus neuronas: zonas 
dorso-laterales de la corteza prefrontal y algunas áreas visuales.
Sin embargo, se ha encontrado que sistemas subcorticales
 específicos, si muestran disminución relacionada con la edad del número
 de sus neuronas. Entre ellos están las neuronas colinérgicas de la 
región basal del cerebro anterior cuyo número se reduce, en pequeño 
monto, con el envejecimiento normal. Pero en enfermos de Alzheimer, este
 grupo de neuronas muestran claros índices de degeneración. Las neuronas
 de este tipo más afectadas durante el envejecimiento normal, son las 
que proyectan al hipocampo, a la amígdala y a la neocorteza. Pero hay 
que considerar que, probablemente, también otros tipos de neuronas 
sufran cambios en su número durante el envejecimiento. 
Igualmente se ha encontrado, especialmente en 
neuronas del hipocampo, que parámetros electrofisiológicos de las 
neuronas presentan modificaciones atribuibles a influencias de la edad. 
Así, la respuesta eléctrica de la LTP decae más rápidamente en los 
individuos viejos, cambio que se puede asociar con la mayor rapidez de 
olvido que muestran los ancianos, medible experimentalmente a través de 
la evaluación de su memoria espacial, ya que la performance a cumplir 
frente a tests que la evaluan, depende de la integridad del hipocampo.
Al examinar los circuitos neuronales del hipocampo en monos viejos, con técnicas que permiten un enfoque ultraestructural, se han encontrado cambios en la densidad de subtipo de receptores a glutamato. Los sujetos más viejos muestran una reducción del número de receptores a NMDA, específicamente en la capa molecular del hipocampo.
Referencias Bibliograficas:
Disponible en linea: http://infodoctor.org/neuro/Art15.htm
Disponible en linea: http://www7.uc.cl/sw_educ/neurociencias/html/229.html  
 
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